Luis del Mármol Carvajal y su descripción general de África
LIBRO TERCERO DE LA DESCRIPCIÓN DE ÁFRICA, EN EL CUAL SE
CONTIENEN LAS PROVINCIAS, CIUDADES Y VILLAS DEL REINO DE
MARRUECOS Y LAS POBLACIONES DE LAS TIERRAS, CON ALGUNOS
SUCESOS DE GUERRA Y COSAS DIGNAS DE MEMORIA
CAPÍTULO SEGUNDO QUE TRATA DE LA PROVINCIA DE HEHA, QUE ES EN EL
REINO DE MARRUECOS
[…] Es tierra de mucha cebada, y no se coge en ella ningún trigo, hay muchos colmenares de dónde sacan mucha cera, que es la más rica granjería de esta tierra, en la cual y en la corambre del ganado cabrío, tienen su caudal aquellas gentes, y lo suelen llevar a vender a la ciudad de Safí a los mercaderes Cristianos que van de Europa a contratar en aquel Reino. Toda esta provincia está habitada de un pueblo belicoso (aunque bestial) que no tienen policía ninguna en el vivir, ni se les da nada por huertas ni por viñas pudiéndolas tener muy buenas en los valles donde hay fuentes y arroyos de agua que bajan de las sierras, ni menos tienen olivares, que el aceite que gastan lo hacen de las pepitas de cierto fruto que llevan unos árboles
espinosos llamados Erqués, el cual es del tamaño o mayor que gruesos albarcoques y no tienen más que el pellejo sobre el cuesco y cuando están ya en el árbol maduros, relucen con la oscuridad de la noche como estrellas […]. No son gentes que se precian de letras, ni hay entre ellos quien sepa leer si no es algún Alfaquí, ni tienen médicos, ni cirujanos, ni boticarios, ni especieros y cuando están enfermos se curan con cauterios de fuego y con dieta. Solamente acostumbran tener algún barbero que les circuncida las criaturas y les rapa las barbas y las cabezas. Y aunque todos tienen la opinión y el nombre de Mahometanos, la mayor parte de ellos no saben lo que es la secta de Mahoma ni qué se contiene en ella, sino que a bulto dicen y hacen lo que ven y oyen decir a los Alfaquís. Su vestido más común son unos alquiceles como mantas de lana por batanar, algo más delgados que traen revueltos al cuerpo. A raíz de las carnes traen ceñidos unos mandiles de lo mismo, que les cubren de la cintura para
abajo hasta medio muslo. No usan traer bonetes ni sombreros en las cabezas, sino unas fajas de lana que llaman cursias, de un palmo en ancho y tan largas que les dan cinco o seis vueltas alrededor como tocas; y las más galanas son tejidas con listas de algodón y las traen aliñadas con unos hilos torcidos que cuelgan de los extremos a manera de borlas por los lados. Los Alfaquís por ser diferenciados de los otros traen bonetes colorados de los que llevan de Toledo y de Córdoba los mercaderes Cristianos a vender por aquella tierra, o unas tocas gruesas de lino muy pequeñas. Camisas de lienzo no se usan porque no tienen lino de que hacerlo y si alguno las alcanza es cosa muy preciada y solamente las visten hombres muy principales que han estado en la corte, o mujeres muy regaladas, y estas las traen compradas de Marruecos o de Safí. Acostumbran también unos albornoces bastos, hechos de lana basta como buriel que llaman Hañifas. Los mancebos traen siempre la cabeza y la barba rapada hasta que se casan, y entonces dejan crecer el pelo de la barba y un
mechón de cabellos en la coronilla de la cabeza, por el cual dicen los Alarabes que han de ser conocidos los Mahometanos […]
Luis del MÁRMOL CARVAJAL, Descripción general de África, Prima parte [libro Tercero], Granada, 1573.
Naturaleza del texto
Este texto, de carácter geográfico e histórico, pertenece a la obra “Descripción general de África”, del viajero, militar e historiador español, Luis del Mármol Carvajal (1524-1600), publicada entre 1573 y 1599.
El objetivo fundamental que persigue la obra, según declara su autor desde el mismo prólogo, es dar a conocer a los españoles, y a los europeos en general, el territorio norteafricano para fomentar tanto su conquista como los intercambios comerciales. Este concepto utilitario y de sentido geopolítico está presente a lo largo de toda la obra.
Antecedentes y contexto histórico
Las poblaciones de las sociedades renacentistas son cada vez más numerosas, la economía se dinamiza extraordinariamente, sobre todo a través del comercio. El tráfico mercantil necesita para evitar su estrangulamiento, más medios de pago, esto empujará a portugueses y españoles a la búsqueda de las fuentes del metal precioso. La instalación de los turcos en Constantinopla ha cortado las rutas que realizaban los comerciantes venecianos desde el lejano oriente y es necesario encontrar nuevos caminos para traer a Europa las especias, el azúcar y otros productos exóticos cada vez más demandados por los refinados clientes. Para ello, había que controlar antes el tráfico marítimo en la costa africana, amenazado continuamente por el corso, sumado al empuje de los turcos, cada vez más cercanos.
Con la toma de Ceuta en 1415 por parte de Portugal, se inicia una serie de operaciones militares encaminadas a plantar las bases de la exploración de la costa africana para llegar a las fuentes del oro primigenio y posteriormente a la India, al mismo tiempo, serviría para formar una barrera de seguridad y así poder vigilar los movimientos de los turcos y de los corsarios berberiscos.
Por su parte, la corona española organiza una serie de expediciones militares, destinadas a construir un rosario de presidios en el norte de África: Melilla, Mazalquivir, Peñón de Vélez de la Gomera, Orán, Bugía y Trípoli.
A lo largo del siglo XVI, en España gobierna primeramente Carlos V y posteriormente su hijo Felipe II. Los dos soberanos se enfrentarán a diferentes amenazas, una de ellas, el empuje del imperio Otomano y de sus aliados Argelia y Túnez. En 1587 los turcos habían dividido el Maghreb en tres provincias, Trípoli, Túnez y Argel, que no eran sino regencias gobernadas por pachás. La piratería era una fuente de ingresos muy importante de las tres Regencias.
Por otro lado, en Marruecos gobierna la dinastía Saadita, que proporcionará diferentes monarcas. Durante el curso del siglo, expulsarán a los portugueses y mantendrán a los turcos a raya. El más famoso monarca fue Ahmad al-Mansur (1578-1603), cuyos dominios se extendían desde el Marruecos actual hasta el imperio Songhai (actuales Níger y Burkina Faso), convertido en provincia marroquí.
El Autor
Con sólo once años de edad se enroló en la expedición organizada por el emperador Carlos V para la conquista de Túnez (1535). Tras la misma, tuvo que permanecer en las guarniciones españolas en el Norte de África hasta que, hacia 1538, fue hecho prisionero por los musulmanes. Pasó, según propia confesión, siete años y ocho meses como cautivo en distintos estados islámicos. Estuvo hasta 22 años viajando por el continente africano.
En este tiempo va desarrollando su interés por África, aunque también le influyó poderosamente la obra Della descrittione dell’Africa del también granadino Ḥasan al-Wazzân, (más conocido como Juan León el Africano).
A lo largo de su vida tuvo muchos oficios y encomiendas, pero ha llegado a nuestros días, sobre todo por los de cronista e historiador.
Gran amante de la cultura árabe, pero acérrimo detractor de la religión musulmana, Mármol tenía un alto sentido del honor y ante todo, una profunda lealtad a la monarquía española, así mismo, tuvo un espíritu aventurero y de sacrificio que sin duda, hoy día no tendría parangón.
Comentario del texto
Mármol hace una descripción de la provincia de Heha, ubicada en Marruecos, en algún momento del siglo XVI, aderezado con algunas impresiones personales sobre lo descrito.
Por un lado, escribe sobre los medios de vida de la población. En la provincia de Heha, tenían una economía de subsistencia basada en la apicultura, el cultivo de la cebada y el ganado caprino principalmente. Si bien, tenían la posibilidad de desarrollar una agricultura de regadío, no eran aficionados al cultivo de hortalizas. El autor, en estas líneas, hace unos comentarios despectivos que creo que están fuera de lugar, “Toda la provincia está habitada por un pueblo belicoso (aunque bestial) que no tienen policía ninguna en el vivir, ni se les da nada por huertas ni por viñas pudiéndolas tener muy buenas en los valles donde hay fuentes y arroyos de agua que bajan de las sierras”. Posiblemente habría una falta de infraestructuras hidráulicas puntuales en este lugar, pero es bien conocida la maestría con la que los árabes o los pueblos de su influencia, operaban el arte del regadío. Solo hay que observar el origen árabe de palabras como acequia o azud.
Por otro lado, hace referencia al nivel de conocimientos y de servicios disponibles de los habitantes, indicando su analfabetismo, su carestía de médicos o medicamentos, curándose ellos mismos con remedios tradicionales. Estas informaciones, muy parecidas a las descritas por León el Africano o Diego Torres, tanto que parecen copiadas, parecen denotar bastantes prejuicios sobre los musulmanes, atribuyéndoles un retraso tanto en medicina y educación que no se ajustaban a la realidad. Podría ocurrir que en el lugar descrito, tuvieran carestías de recursos como he indicado antes, pero la medicina en el mundo musulmán fue la ciencia más desarrollada. Solo un dato, “El Canon de Medicina”, obra de 14 volúmenes escrita por Avicena alrededor del año 1020, ha sido una autoridad en Europa y el mundo árabe hasta el siglo XVIII.
A cuenta de la religión, Mármol hace gala de su fama de acérrimo detractor del credo mahometano, insinuando que los creyentes no sabían nada de la religión y que seguían ciegamente a los Alfaquíes, estos eran ulemas especializados en la legislación islámica. Por esta senda también anda León el Africano cuando dice que en algunas zonas, “eran aficionados al vino, haciendo caso omiso a la fe islámica”.
La parte del texto más extensa la dedica a la descripción de la indumentaria. Esto nos da pie para comentar el comercio existente entre cristianos y musulmanes en aquellos tiempos.
Nos describe el autor, como los cristianos se acercan a la ciudad de Safí para comprar cueros. Safí se encuentra en la costa atlántica occidental marroquí y desde 1488 hasta 1541 fue colonia portuguesa. Por otra parte, informa que los ciudadanos más adinerados o con mayor estatus vestían algunos ropajes de procedencia europea como bonetes o camisas de lienzo.
No hay que extrañarse del comercio existente entre las dos orillas. Desde siglos antes, eran bien conocidas las factorías comerciales, funduqs, que hasta el siglo XV tenían establecidas en muchos puntos de la costa norteafricana los comerciantes venecianos, genoveses, marselleses, catalanes y mallorquines.
Las factorías fundadas se vinieron abajo en el siglo XVI debido a la guerra que la dinastía Saadita emprendió con los portugueses. Comerciantes itinerantes siguieron con la actividad comercial, un hecho sorprendente que denota la audacia y valentía de estos hombres, que no dudaban en permanecer en un territorio, a priori hostil, para realizar sus actividades comerciales. La existencia de estos últimos nos llegan sobre todo por las obras clásicas de Diego Torres y de P. Francisco de S. del Puerto. Según Diego Torres, a mediados del siglo XVI existían tres aduanas o alhóndigas de mercaderes europeos instaladas en Marrakech, aunque las había en otras ciudades. Incluso da nombres concretos de estos comerciantes, Los Pardos de Burgos o el vizcaíno Pedro de Buendía.
En el siglo XVI, los comerciantes cristianos estaban interesados en la compra de drogas y especias, así como cera, cuero o incluso trigo de forma puntual. Los marroquíes, sobre todo, demandaban pólvora, artillería, telas, utensilios domésticos y artículos textiles.
Bibliografía