El concepto de relativismo cultural está asociado a la figura de Franz Boas. Éste es considerado por muchos, el padre de la antropología americana y por otros, solo un eslabón. Lo que si podemos admitir, es que fue el impulsor de su profesionalización desde principios del siglo XX. Boas y sus discípulos han influenciado profundamente en la vida académica e intelectual americana de la entonces incipiente ciencia que era la antropología.
La entrada de Franz Boas en la escena antropológica americana esta asociada a una lucha de poder. Una lucha por los recursos económicos disponibles para desarrollar la profesión y una no menos importante lucha, entre docentes e investigadores. Según Ubaldo Veiga (2010:673), unos, americanos de “pata negra”, WASPs 1 y otros, inmigrantes de origen europeo, como Boas.
Boas se encontró con un ambiente evolucionista bajo el influjo de Morgan. La obra cumbre del evolucionismo era el hombre blanco en su versión anglosajona y él, como europeo de ascendencia judía, evidentemente no iba a estar conforme con esta afirmación.
Este concepto de relativismo cultural no fue un descubrimiento de Boas. Casi 400 años antes Michel de Montaigne, curiosamente descendiente de familia judía conversa de origen español, iba a trasmitir en su escrito “de los caníbales”, un claro aire relativista.
De los caníbales
El capítulo titulado “Caníbales”, incluido en los célebres ensayos de M. de Montaigne (1579), evoca frescura en cada frase. Nos presenta su relato como el descubrimiento del mundo por parte de un niño. Quizás influenciado por su pensamiento humanista y renacentista, Montaigne estaba muy alejado de los relatos propios de su época. Éstos trataban de lugares lejanos y culturas exóticas. Estas historias estaban teñidas de una desbordante fantasía y misterio, como los relatos del libro de viajes de Juan de Mandeville.
Montaigne extrae la información de su relato a través de un informante. Informante que estuvo presente en la expedición de Villegagnon a las costas del Brasil en el siglo XVI. Una parte de la información para la realización de su ensayo, parte de su propia experiencia en Rouan donde entrevistó a tres indios Tupis. Montaigne, descubre un mundo prístino, virgen. Su mentalidad de hombre europeo no deja de asombrarse a la vez que toma un tono comprensivo impropio de su época, donde aquellos indígenas eran simplemente salvajes cuasi-humanos.
Evocando la historia de Pirro a su llegada a Italia y comprobar que los romanos no eran los bárbaros que decían los griegos, Montaigne realiza el mismo ejercicio de apertura mental, formulando de forma inocente, igual que el nuevo mundo que narra, una defensa del relativismo cultural, mucho antes de que lo hiciera Boas a principios del siglo XX.
El extrañamiento de nuestro protagonista es máximo. Se plantea la identidad de este nuevo mundo. Descarta que fuera la Antártida, está demasiado lejos y no puede haber habido unos cambios geológicos tan bruscos que haya enviado tal continente a su posición actual. Describe al primitivo como ser simple, sincero, natural, inocente y puro. Alaba los modos de subsistencia, la salud de hierro de los nativos, la ausencia de calamidades, la abundancia y el clima benigno. Montaigne se adelanta en un par de siglos a la descripción del “buen salvaje ilustrado”.
Partiendo de un desconocimiento inocente más que etnocentrista, describe la religión de los primitivos en términos occidentales, con almas y profetas. La falta de herramientas analíticas del hombre europeo del siglo XVI no daba mucho juego. Hace comparaciones con los europeos de su época, incluso cuando describe un acto tan salvaje como el caníbal. ¿Acaso nosotros no torturamos a los vivos?, ¿no es peor esto que comerse a los muertos? Así mismo compara la moralidad india con la europea, donde no salimos muy bien parados. Los indígenas son descritos con un alto sentido del honor y del valor. Es muy curioso en su relato, observar la imagen en el espejo cuando los Tupis visitan Francia.
Michael de Montaigne no fue el primero en tomar una aptitud diferente a la meramente de superioridad, curiosidad o paternalismo en referencia a “los salvajes”. Con una posición crítica y de rebeldía, Fray Bartolomé de las Casas es el hombre que superó la mera simpatía por los colonizados y transformó la documentación etnográfica en un arma de denuncia. En 1542, en la «Brevísima relación de la destrucción de las Indias», elevada al Rey como informe, pero que en realidad era un llamado a despertar la conciencia de la metrópoli, escribe: «(…) todas las guerras que llamaron conquistas fueron y son injustísimas y de propios tiranos. (…) todo cuanto oro y plata, perlas y otras riquezas que han venido a España (…) es todo robado. (…) si no lo restituyen (…) no podrán salvarse. (…) las gentes naturales de las Indias, tienen derecho adquirido de hacernos guerra justísima y raernos de la faz de la tierra, y este derecho les durará hasta el día del juicio» (Palerm, 1984:271).
Franz Boas
El relativismo que Franz Boas defendió, tuvo en su época un carácter casi político. Boas, se vio envuelto en una lucha de poder. Se tuvo que enfrentar a los evolucionistas, no solo por los recursos económicos, sino por la lucha de ideas. Para Boas, todos los sistemas culturales son esencialmente iguales en cuanto a su valoración; y que las diferencias entre distintas sociedades han surgido como resultado de sus propias condiciones históricas, sociales y/o geográficas. Estas ideas de Boas iban en contra de todas aquellas que defendían la superioridad del hombre blanco como culmen de la historia evolutiva.
La defensa de los boasianos de estos conceptos, les llevó al rechazo 2 de la declaración de los derechos humanos del 48, ya que, según ellos, la declaración estaba teñida de ideas eurocéntricas, no contaban con la diversidad cultural donde cada pueblo veía sus costumbres como las más deseables y que las diferentes culturas tienen sus propias valoraciones y sanciones.
Un problema surge del relativismo cultural defendido por Boas y sus discípulos. ¿Estamos dispuestos a tolerar que se realicen masacres o se permita la esclavitud o la opresión de la mujer?, ¿tendríamos que aceptar el genocidio nazi solo porque surgió de una visión particular del mundo de la cultura alemana de aquel tiempo?, ¿tendríamos que aceptar las masacres de Tutsis por parte de los Hutus en la Ruanda del siglo pasado? Pero hay algo que tanto a los boasianos o Malinowsquianos se les escapaba ¿Cómo podría defenderse el relativismo cultural de pueblos que ya formaban parte de la totalidad, pueblos en interacción desde hacía tiempo con los pueblos vecinos y la cultura occidental? Defender esta postura es como defender que la sociedad neoyorquina de la época de Boas era “sui generis”. Es como estudiar a los pueblos primitivos de la misma forma que hacen los naturalistas estudiando la vida de las hormigas que son ajenas a lo que hacen las abejas que pasan volando por encima del hormiguero. Estas ideas ya las presentó Eric Wolf 3 en su artículo “la cultura, ¿panacea o problema?”. Wolf llega a un punto de su disertación defendiendo la idea de que los pueblos primitivos no son contenedores estancos, estáticos y atemporales, sino que se construyen, deconstruyen y reconstruyen bajo el impacto de múltiples procesos que afectan a varios campos de conexiones culturales y sociales, incluyendo aquí los encuentros y contactos que históricamente han tenido los diferentes pueblos y el impacto mutuo. En su libro “Europa y los Pueblos sin Historia” (1982), Wolf defiende la idea que la antropología no puede desentenderse de la historia, entendiendo por tal, la investigación de las grandes transformaciones estructurales que son el resultado de procesos múltiples interconectados.
Siguiendo la estela reconciliadora, Lévi-Strauss en su texto “Raza e Historia” 4 (1979:406), haciendo honor al universalismo inherente a la corriente estructuralista, nos presenta un planteamiento por un lado universalista y por el otro, de cierto apego al relativismo cultural. Lévi-Strauss lo expone en los siguientes términos: “En líneas generales yo buscaba el medio de reconciliar la noción de progreso y el relativismo cultural. La noción de progreso implica la idea de que ciertas culturas, en unos tiempos y lugares determinados, son superiores a otras, puesto que han producido obras de las que las últimas se han mostrado incapaces. Y el relativismo cultural, que es una de las bases de la reflexión etnológica, al menos en mi generación y en la anterior, afirma que ningún criterio permite juzgar en términos absolutos una cultura superior a otra. Yo traté de desplazar el centro de gravedad del problema. Si en ciertas épocas y en ciertos lugares unas culturas “se mueven” y otras “no se mueven” no es, dije, debido a una superioridad de las primeras, sino debido a que unas circunstancias históricas o geográficas han inducido una colaboración entre culturas no desiguales, sino diferentes”.
Concluyendo
Por un lado, Montaigne no tuvo ni supo utilizar herramientas científicas para el estudio de los nativos brasileños. Boas por el contrario si dispuso de una toda una batería epistemiológica para sus estudios. Como contrapartida, Montaigne, no estuvo cargado de tanta ideología como Boas. El antropólogo de origen alemán por su parte, estuvo inmerso en luchas por el poder académico y financiero que le influenciaron en gran medida a la hora de formular sus teorías, como la defensa del relativismo cultural y la realización de sus estudios. Otra ventaja del francés, fue poder obtener información y poder hablar con los nativos en un estadio mucho más arcaico e “intocado” que lo hizo Boas. A esto podemos añadirle el desmesurado extrañamiento del que hace gala el autor.
La historia ha demostrado que no es permisible que se mire para otro lado en cuestiones como los genocidios y la subyugación de la mujer en aras del relativismo cultural. Los diferentes pueblos que habitan el mundo siempre han estado en contacto con otros desde las épocas más remotas. Este contacto se hizo global a partir de las conquistas europeas y la colonización. Ya no quedan pueblos intactos, de culturas únicas. Ya no tiene sentido el fanatismo en defensa de culturas aisladas.
Aunque particularmente no defiendo este relativismo cultural que está inspirado en culturas “perfectas”, considero indispensable la defensa de una de las divisiones de los sistemas socioculturales que Marvin Harris (1979) llamaría en su libro “Cultural Materialism”, superestructura. Me refiero al misticismo, la religión, el simbolismo, la música, incluso el lenguaje. Todo este compendio puede depararnos grandes sorpresas en investigaciones futuras y sería un grave error perderlas, aunque muchas ya lo han hecho. Lamentablemente, hoy en día, un universalismo convertido en globalización capitalista, aboga por una cultura única. Isidoro Moreno (2000-2003) focaliza una de las herramdiientas más potentes utilizada por los “Think tank” de la globalización, la expansión de una uniformidad cultural representada en una única forma de percibir, categorizar e interpretar el mundo. Para su expansión disponen de toda una batería de medios de comunicación que llevan su doctrina a todos los rincones del planeta: televisión, prensa, radio, cine y más modernamente Internet. Los grandes medios de difusión cultural están en manos de unas pocas corporaciones que solo atienden a un único guión, “The American way of life”. Al mismo tiempo que se produce el vaciamiento cultural de los pueblos. Un desarraigo y un desapego de la cultura nacional para un más fácil control.
1 Siglas de White, Anglo–Saxon and Protestant.
2 “Statement on Human Rights” (Declaración de los Derechos Humanos) se publicó originalmente en American Anthropologist, n.s. 49: 4 (1947), 539-43.
3 Publicado por primera vez en American Antiquity, 49 (1984): 393-400.
4 De Claude Lévi-Strauss, “Raza e historia”, 1979. En Antropología estructural dos. Mito, Sociedad, Humanidades. México, Siglo XXI Editores. (Original en francés, publicada en la colección La question raciale devant la science moderne. UNESCO, París, 1952).
Bibliografía
Harris, Marvin. (1979). Cultural Materialism: The Struggle for a Science of Culture. Random House, New York.
Martínez Veiga, Ubaldo. (2010). Historia de la Antropología. Formaciones Socioeconómicas y Praxis Antropológicas, Teorías e Ideologías, UNED, Madrid.
Montaigne, Michel de. (2014) [1533-1592]. Ensayos, Galaxia Gutemberg, Barcelona.
Moreno, Isidoro. (2000-2003). Globalización, Mercado, Cultura e Identidad. En Paz Moreno Feliu, Entre las Gracias y el Molino Satánico. UNED, Madrid.
Palerm, Ángel. (1984) [1974]. Historia de la etnología I, Los Precursores. Universidad Iberoamericana, México.
Wolf, Eric. (1982). Europe and the People Without History. University of California Press, Berkeley.