Nos levantamos sin prisas para visitar la granja de renos. Lamentablemente la dueña estaba enferma y no abría. Aunque nos dijo que podíamos ir a ver los renos, no vimos ni uno…desaparecidos. Después nos enteramos que los renos salvajes son un problema en muchas poblaciones. Hay demasiados y se comen hasta las plantas de los jardines. Decepcionados fuimos poco a poco hacia Evenskjer, último lugar de estancia en las Lofoten cerca del aeropuerto de Evenes, desde donde partiríamos hacia Oslo al día siguiente. El paisaje por esta parte, si bien muy bonito, no es comparable a lo visto. Estábamos mal acostumbrados. No paramos mucho en la ruta. Cerca de nuestro destino paramos para comer en un hotel con restaurante a pie de carretera. Comida noruega muy rica a buen precio.
Llegamos a casa de nuestra anfitriona, una noruega de fácil conversación que nos llevaría al otro día al aeropuerto. El coche que alquilamos vendrían a recogerlo allí mismo. Con puntualidad noruega, nuestro amigo noruego llegó para su recogida. Como saldríamos temprano, cenamos y nos acostamos a la hora del Casimiro.
Siguiendo la carretera es difícil no pararse cada dos por tres para admirar el paisaje. El día se levantaba excepcionalmente bueno. Ya en el círculo polar ártico, el cielo aparecía completamente despejado y 22 grados de temperatura. La sinuosa carretera cruza fiordos e islas. La ya comentada transparencia de las aguas combinada con el cielo azul y el verde del paisaje produce una espectacular paleta de colores. Esta belleza se vuelve orgásmica con la vista del pueblo de Reine, declarada una de las mejores vistas del mundo y este, el pueblo más bonito de Noruega.
Estamos de acuerdo en lo primero pero lo segundo no tiene mucho sentido si eliminamos el entorno natural donde este se ubica. Cada curva de la carretera antecede a nuevos lugares sorprendentes donde hacen las paradas obligadas.
En un momento determinado, llegamos a la playa de Ramberg. Lugar casi irreal. Las aguas transparentes de color azul. Las afiladas montañas vestidas de verde que perfilan el contorno y la fina arena de color blanco parecen un híbrido de playa caribeña y un lago alpino.
Más adelante encontramos el fiordo de Flakstadpollen. Un precioso lugar entre montañas, de arenas blancas y aguas transparentes de color verde azuladas. Otra delicia para los sentidos.
Después del agradable viaje llegamos a nuestro destino, el Lofoten Turistsenter. Una especie de camping de cabañas y caravanas cerca del lago Steirapollen. El tiempo nos invitó por un paseo a orillas del lago. Este alojamiento no disponía de muchos servicios y parecía un lugar en decadencia.
Por la mañana temprano cogimos un autobús que nos llevó al aeropuerto. Teníamos previsto viajar a Bodø, ciudad a casi dos horas de avión de Bergen. La compañía Widerøe realiza muchos vuelos domésticos que de otra forma te llevaría mucho tiempo acometer. Bodø es una ciudad comercial en el norte del país. Turísticamente no tiene mucho interés pero desde allí salen ferries de la compañía Torghatten Nord hasta las islas Lofoten. Destino final de nuestro trayecto.
El ferry se demora nada más y nada menos que cuatro horas hasta el puerto de Moskenes en un trayecto por alta mar. Como teníamos previsto, nos esperaban con un coche alquilado de la plataforma Nabobil. Servicio de alquiler de coches noruego de particular a particular que funciona muy bien y el precio es la mitad que las compañías transnacionales como Avis, Sixt, etc. Esto viene muy bien porque alquilar un coche en Noruega en verano sale pos más de 100 euros diarios y En Nabobil los puedes encontrar por 50 o menos.
Después de charlar con el dueño del vehículo un rato, cosa normal porque deja su coche a unos extraños que viven a 10.000 de distancia y pueden tener costumbres atípicas para ellos. Necesitan un poco de tranquilidad y confianza y poder conciliar el sueño. No es difícil comunicarse en Noruega, país donde hasta los renos hablan inglés.
Nos dirigimos al alojamiento que estaba en el pueblo de Å, pueblo que se encuentra justo al final de la carretera de las Lofoten y donde teníamos reservado un rorbur. Casitas de pescadores a orillas del mar sobre pilotes. El sitio era espectacular. Las Lofoten son de los sitios más bonitos que he visto jamás. Las islas aparecen de oeste a este en hileras, muchas veces separadas solo por un centenar de metros. Espectaculares fiordos entre afiladas montañas vestidas de blanco y verde. El agua de un azul o verde casi tropical, de llamativa transparencia, aporta una paleta de colores al paisaje difícil de describir. Las casitas del rorbuer de color rojo intenso aportan un nuevo contraste a este mágico lugar. Esa noche pudimos apreciar como todavía los barcos llegan con el pescado que lo despiezan allí mismo. El aficionado a la pesca encontrará aquí su paraíso. Puedes contratar unas horas de pesca, allí mismo, con los pescadores locales. La pesca del bacalao no tiene, para nosotros, ningún secreto J. Ya estuvimos en esta tarea en nuestra visita a Islandia. Cenamos una estupenda cena a base de Pescado en el mismo hotel. El precio era elevado pero de vez en cuando hay que darse un caprichito, estamos vacaciones, ¿no?